Hola amigos de mi blog. Esta vez me lleva a escribir estas letras, uno de los acontecimientos históricos que para mí, tienen gran trascendencia, al ser cercano, en el lugar en el que resido, y trascendente, por los regalos que ha repartido a todos aquellos que con FE lo han aprovechado. Me refiero al año jubilar concedido por su Santidad, a la ciudad de Burgos, al cumplir su catedral, dedicada a Santa María, ochocientos años.
El 5 de junio, simbólicamente, se cerraron las puertas de la gótica casa de Dios burgalesa, como signo de clausura. Pero lo celebramos con alegría desde las 17h frente a la entrada principal, para festejar tantos dones que perduran en el tiempo, bajo la promesa del Rey de reyes. Y esto sólo es una continuidad porque en ese templo y al igual que en todos aquellos en los que reina el altar al que Cristo acude en cada eucaristía, los milagros siguen dándose.
Pero acudiendo a factores más mundanos, os confesaré que aunque hizo una tarde soleada, había que refugiarse del calor para no derretirse mientras cantábamos fuera de la catedral a grito pelado. Además, la celebración de la misa, ya en el interior, fue digna de cualquiera de las que se realizan en el Vaticano, ya que incluso la presidía el sustituto de la Secretaría de la Santa Sede, pero eso sí, la ceremonia duró tres largas horas. Sin embargo fue muy hermoso formar parte de algo tan solemne y bien ejecutado. Las canciones celestiales entonadas por el coro, proverbios gloriosos y lecturas de los libros Sagrados, enunciados con dulzura y expuestos con sabiduría, no faltaron.
Aunque al cabo de dos horas, ya a mis hijos les daba por preguntarme cada cinco minutos, cuándo iba a acabar aquello. A pesar de todo se portaron muy bien e incluso alguna buena samaritana, me ayudó a contenerlos, entreteniéndoles un poco con simpatía. Por no mencionar a mi marido, que no suele ir a misa… y allí permaneció sin quejarse, como un señor.
Por eso me llevo una grata experiencia, que, aunque ha tenido ausencias como la del Papa Francisco, nos ha enseñado a caminar junto a aquellos que están a nuestro lado, cada día. Desde los laicos comprometidos con diversas asociaciones y los párrocos de las iglesias burgalesas, hasta el obispo de Burgos, Don Mario Izeta, con quién he tenido el gusto de hablar en algunas ocasiones. Incluso me recibió un día, para que pudiera regalarle el libro de un conocido escritor al que parece ser, él ya había leído complacido, Marcelo Gullo, «Madre Patria» (Tenía pendiente esa tarea que prometí cumplir) y por supuesto le regalé mi libro, «La Conquistadora Guadalupana», que recibió con mucho cariño e interés. ¡Así da gusto! Sobre todo porque pude hablar del tema del que trata, compartiendo opiniones e información, ya que conocía los milagros de la Guadalupana y parte de la historia y del misterio que la rodea.
Así es que concluyo esta experiencia, valorando todos los regalos que nos ha proporcionado este, más de un AÑO JUBILAR concedido por el Papa, desde las aportaciones de esas ovejas que no se han desanimado frente a la pandemia y lo han dado todo, incluido mi párroco, que también se llama Mario, hasta este excepcional pastor que pastorea con gran interés y ardua preparación en diversos saberes, esta inigualable ciudad española con tanta historia tras de sí.
Y no quiero despedirme sin mencionar a la BELLA DESCONOCIDA CATEDRAL DE PALENCIA. mi ciudad natal. Que también cumplió centenares de años: 7 siglos. Y que se merece la gente maravillosa que la habita. Ahora hay una exposición para resaltar dicho acontecimiento y su belleza interior. ¡Qué nadie se lo pierda!
LOVE, Carmen.