Hola amigos. Antes de entrar a contaros porque me siento hoy emocionada, quiero recordaros que mis libros están disponibles gratuitamente en esta página, en el apartado de libros de la autora, y a través de “bubok.es”. Pero que además, mi último libro, “La estrella del atardecer”, está ahí para aquellos que quieran recobrar la fe en SU ESTRELLA, porque aferrándose a ella, todo es posible. Si conocéis a alguien que la necesite, POR FAVOR habladle de mi libro…
Ahora sí, os contaré la vida de alguien CON ESTRELLA, que me ha conmovido de tal forma, que ha fortalecido un lema que suelo llevar en mi corazón: “Un mismo espíritu, una misma verdad”.
Se trata de un hombre que comenzó llevando una vida relativamente cómoda, dentro de su magisterio en la Iglesia de Cristo. En un principio, no ocasionaba problemas, porque no obstaculizaba el propósito de unos cuantos hombres poderosos en su parcela de terreno, con deseos de ser tan ricos como nos marca el mercado de consumo al que estamos en mayor o menor medida, sometidos.
El caso es, que la codicia de estos hombres era tan grande que sometía a los que estaban subordinados a ellos, con sucias artimañas, para que con su dominio, pudieran conseguir esas riquezas ficticias. Pero aquel buen hombre, en medio de tanta tiranía, un día tuvo que revelarse, al darse cuenta del significado de una frase que uno de los terratenientes, le confesó creer: “La Iglesia es una puta, que se vende al mejor postor”.
Aquel hombre de Dios, comprendió que él no podía cumplir esa máxima, sino otra, bien distinta: “La misión de la Iglesia es identificarse con los pobres… así la Iglesia encuentra su salvación”.
El conocía a su verdadero Dios: Aquel que dijo estar en los más necesitados; pobres, enfermos, hambrientos, sin voz… y entendía el problema que tenían aquellos que no eran capaces de reconocerle: “¿Qué otra cosa es la riqueza cuando no se tiene a Dios? Un ídolo de oro, un becerro de oro. Y lo están adorando. Se postran ante él. Le ofrecen sacrificios. También iniquidades. Se paga para matar. Se paga el pecado. Y se vende. Todo se comercializa. Todo es lícito ante el dios dinero.” Con todo esto bien claro en su mente y corazón, se enfrentó al poder humano, para pedirle en nombre de Dios, que cesaran en su empeño por someter a los más débiles a sus planes, en el que sólo hay lugar para unos pocos, explotando a muchos otros.
No quiso identificarse con ninguna ideología política que no fuese la de JEUSCRISTO, porque para él no era cuestión de estar al lado de unos, estando en contra de otros, sino al lado de TODOS, con la misma vara de medir misericordiosa que Dios muestra hacia nosotros, permitiéndonos obrar con total libertad, para elegir nuestro propio líder. Y es en esa libertad, donde el entendió que se estaba obrando cruelmente, contra un pueblo humilde, al que debía defender con el arma más poderosa, LA PALABRA LLENA DE VERDAD POR ESTAR GUIADA POR EL ESPÍRITU DEL DIOS DE LA MISERICORDIA.
Ese hombre se llamaba Oscar Romero. Murió en 1980, tras ser asesinado por defender estos valores PACÍFICAMENTE en su tierra, EL SALVADOR, ante el altar de Dios sostenido entre sus manos.
37 años después, deja de estar en el anonimato para una Iglesia que solo podrá encontrar su salvación, a través de Cristo, que está en los más pobres, tal y como Jesús nos reveló y nos cuenta cada día, un mismo ESPÍRITU, CON UNA ÚNICA VERDAD.
Gracia Monseñor Romero, por estar del lado de quien nunca te abandonará, a pesar de lo sólo que te sentiste, tantas veces…
LOVE, Carmen.