

Hace pocas horas, recibimos la noticia de que una preciosa niña de ocho años, del barrio en el que vivo hace más de veinte años, había fallecido.
Teníamos la esperanza de que remontara de su enfermedad, pero no pudo ser. Y desvelada como me hallo, pienso en sus padres, hermanos, familia… porque Celia está con el Padre, pero su ausencia duele. Por eso he querido dejar estas palabras de aliento, que espero, nos fortalezcan.
«Cuando en lo invisible está nuestra esperanza, como dice nuestro credo católico, es difícil encontrar palabras de aliento, en los momentos duros de la vida en donde una espada te atraviesa el alma y se hace casi imposible respirar.
Pero hay que respirar una y otra vez, dejándonos llevar por el resto de bendiciones que nos mantienen en pie y nos muestran que aún existe el amor. Un AMOR que conocemos hasta el extremo por nuestros abuelos, padres y el legado que nos dejaron con el testimonio de que un niño Dios, quiso romper las barreras impenetrables de un visible adiós que gracias a Él, no lo es.
No fue fácil. Así lo diría su madre y también su Padre, con tanto poder como sustenta y tuvo que padecer lo inimaginable.
Y para ver esto, velado a nuestros sentidos, hay que ser como los herederos de ese reino eterno, los niños. Tener sus ojos abiertos al asombro y dejarse llevar por él, con la pureza que los caracteriza.
No hay otro modo. Si miramos como adultos, no entenderemos y si recuperamos al niño que llevamos dentro, veremos el inmenso AMOR que, como decía una Santa, no se muda, jamás.
Lo veamos o no, nos AMA y nos ESPERA en su casa, que es la nuestra. Y si somos capaces de MANTENER esa FE, irradiaremos ese AMOR que los que están a nuestro lado, necesitan.
Respira hoy con una espada en el alma, sabiendo que el MAÑANA, LLEGARÁ porque estamos abocados a la VICTORIA de la RESURRECCIÓN, del REENCUENTRO con todos nuestros seres queridos y la VIDA ETERNA.»
LOVE, Carmen.