Hola amigos de mi blog. Como sabréis, hoy 5 de abril del 2020, es el día en el que los católicos celebramos la entrada triunfal de Cristo en Jerusalén. Y además lo vamos a recordar de un modo peculiar, ya que más de medio mundo, estamos en cuarentena por la pandemia que nos azota.
Llevo días leyendo por ahí, en las redes, como alguien ha escrito que la Semana Santa sí se va a celebrar, porque el Nazareno está en los médicos, enfermeras, policías, trabajadores de los distintos servicios que cuidan de todos para que no nos falte de nada… y la verdad es que me parece muy acertado. Eso es entender la conmemoración de la Pasión y Resurrección de nuestro Señor. Estos hermanos están dándolo todo, por amor al prójimo. Si no porque iban a poner en riesgo su salud y la de su familia. Así lo hizo antes su “Nazareno”. Ya pueden estar orgullosos del sentimiento que los mueve.
Pero volvamos al domingo de Ramos para profundizar más en el sentido del mensaje, porque así sabremos que recogen, aquellos que lo dan todo por ese sentido del deber que Él nos inculcó.
El día en el que entró triunfante en la ciudad “Santa”, Jesús debía de tener un sabor agridulce. Sabía que los mismos que le alababan por conocer sus proezas y su sabiduría, pocos días después lo condenarían y lo trataría peor que al peor de los delincuentes: Barrabás.
Pero así somos y así nos acepta Dios, de tal modo que es capaz de hacerse hombre y sufrir el peor de los tormentos para mostrarnos su amor y el camino que debemos de seguir todos aquellos que queramos quitarle un poco de peso en esa cruz amarga que tuvo que llevar y que cada día, aunque sea de otro modo, lleva al vernos caer, una y otra vez.
Su amor es tan grande como su confianza en que podemos aprender de cada lágrima derramada y levantarnos para abrazar la luz del mundo. Porque, aunque somos muy tozudos y parece que eso no puede ser posible, lo es.
Sin embargo, quizás tengamos todos que pasar por esa pasión y posterior resurrección. Vivir en nuestras propias carnes el resultado de vivir dejándonos seducir por las pasiones perecederas o por las eternas.
Por eso quiero simplemente terminar por decir, que creo que al final, la VIDA ES ELECCIÓN. Si eliges dejarte enamorar por aquello que te hace libre y te llena de paz interior, recogerás su fruto. Por otro lado, Dios respeta nuestras elecciones a pesar de que le puedan doler… Pero no hay modo de SER sino es por propia elección libremente tomada.
Gracias gran Señor por mostrarnos tu elección y las consecuencias de ella.
Como decía S. Juan Pablo II: podías parecer impotente en la cruz, pero, ¡madre mía cuando resucitaste! ¡Qué lección tan grande nos dejaste! ¡Tú siempre PUEDES MÁS!
APRENDAMOS DEL MAESTRO.
LOVE, CARMEN.