Hola amigos. Hoy ya un poco con más calma en mi vida cotidiana me gustaría comentaros una idea a la que yo le doy gran importancia y que tiene mucho que ver con una sencilla palabra que encierra un enorme significado; COHERENCIA.
Confieso que cuando termine mi aventura aquí, si efectivamente toda mi vida pasa frente a mis ojos, lo que más miedo me dará comprobar es si fui o no coherente en mi vida. Algo difícil de conseguir pero que considero es fundamental para encontrar ese camino que busco en el que puedo pedir aquello que soy capaz de dar.
Si no soy capaz de ser generosa, comprensiva con los demás e intentar sacrificarme por aquello que merece la pena, ¿cómo puedo pedir eso a cambio? Generalmente estamos deseosos de no ser juzgados sino amados, pero si pensara que esa es la manera que de forma natural sale de mí, me engañaría. Y perdonadme si sospecho que no sólo me pasa a mí.
Aun así soy positiva; detectarlo es un paso adelante. Os podré un ejemplo un tanto desenfadado: Si viese frente a mí a una mujer con el pelo descuidado, gafas de las que usaba mi abuela al igual que su vestimenta, pensaría en un principio, que es más rara que un perro verde y no como un bello unicornio que necesita un cambio de look, seguramente más que por fuera, por dentro. Pero tendría esa segunda oportunidad de recapacitar y buscar a ese bello ejemplar único que tímidamente se muestra. Si yo estuviese así, querría que me tratasen con el amor infinito de Dios, LO SÉ, lo siento y necesito actuar en coherencia y crecer.
Muchos predican filosofías de amor pero luego guardan rencor hacia otras filosofías que quizás más que desagradarles, al igual que la presencia de aquella muchacha de apariencia ordinaria, DESCONOCEN, pero juzgan y sentencian duramente, condenándola. Si soy sincera, para ser coherente, yo misma lo he hecho en diversas ocasiones sin dejar que la coherencia domine mis juicios, nuevamente.
“No juzgues y no serás juzgado”, que gran verdad dicha por Jesús, con el que “casualmente me he topado ahora”… así es que seré coherente diciéndoos que encuentro que mucha gente dice admirar su mensaje pero no se molesta en buscar más allá. Dicen admirarlo pero se quedan en la superficie. Es fácil excusarse en la falta de fe para creer en lo que no se ve, pero si nos duele algo corpóreo, enseguida somos coherentes y vamos al médico para descubrir que ocurre. ¿Por qué no hacer lo mismo cuando se siente que hay algo admirable que remueve tu corazón? Si el miedo es la respuesta amigos, os diría, apartadlo y buscad las respuestas, porque quizás lo más sencillo para sentirse en paz es crecer siendo fieles a esa coherencia que tanto se nos escapa de las manos. Además, nuestros hijos nos observan y aprenden de lo que queremos enseñarles cuando ven esa coherencia en nuestros actos, sino, lo desechan al igual que nosotros demostramos hacer, digan lo que digan nuestras palabras.
Si algún día queremos decir sin miedo a reproches por nuestra parte, “ámame antes de juzgarme, dame cuando te necesite, escucha antes de hablar, búscame cuando esté perdido”, primero tendremos nosotros mismos que ser capaces de llegar ahí, como el corazón nos pide.
¡Movamos la varita mágica de la coherencia: el mundo se transformará! ¡Animo!
LOVE, Carmen.