¡Hola amigos de mi blog! Este domingo 31 de mayo, se celebra un acontecimiento IMPRESIONANATE, en el que pocos seres humanos, hoy en día, reparan. Y no es porque sea un secreto, ni mucho menos. Está contado a los cuatro vientos: desde el este hasta el oeste. Desde el norte hasta el sur. Pero es un acontecimiento tan impactante, que para muchos: “hay que verlo para creerlo”. Confieso, que también para mí es difícil de creer. El ESPÍRITU de DIOS se posó sobre unos sencillos hombres, fieles a Él.
Y que Dios se pose sobre ti, no es cosa, ni fácil, ni que pase desapercibida. Se nota a la legua. O tal vez tendría que decir: “a la lengua”, porque así lo describe el evangelio de San lucas: “lenguas de fuego”. Os hago esta percepción, porque hoy me ha tocado leer a mi el evangelio, frente a mi comunidad, en mi parroquia. Y mientras decía algo parecido, rememorando ese momento, miraba frente a mí, al fondo, hacía los grandes portones de la Iglesia, abiertos de para en par, para que ese dichoso bichito invisible que nos tiene tan perturbados, no nos ataque, y deseaba que entrasen esas luces del Espíritu de Dios.
Pero, de tanto mirar, más que ver aquellas formas, casi me pierdo en la lectura. Seguí leyendo, con un sentimiento de asombro, con otro de gratitud ante tal honor y también sensación de duda. Pero no por no creer aquello, sino por sentirme desmerecedora. ¿Y quién soy yo para merecer tanto? Pensé. Quería dejar fluir cada palabra, con el sentimiento que me pedía, pero la duda, el desgaste de tanta incertidumbre, a veces me detenía.
Por eso estoy escribiendo esto. Porque luego, escuché al sacerdote, hablando del Espíritu Santo y dijo algo clave: Para recibir esos dones hay que pedirlo con FE. Fue entonces cuando se me encendió mi propia “lengua de fuego” en medio del desgaste que visualizaba frente a mí, con tanta mascarilla, gel desinfectante y peticiones de volver a la normalidad, teniendo que confiar en la gestión de hombres, que parecen haber perdido el sentido de la lealtad y la honradez.
Nosotros no somos esos doce apóstoles: mejor dicho, once, porque uno abandonó. Pero somos igualmente hijos de Dios. Quizás nuestro cometido no sea ir por todo el mundo hablando mil lenguas distintas y haciendo milagros para que la gente conozca que venimos de Dios, pero podemos hacer muchas otras cosas, que aún están por hacer y también identifican a Dios. Para empezar, podemos levantar el ÁNIMO. CREER QUE SE PUEDE. HACER QUE SE PUEDA…
Así, con esas sensaciones, recuperé nuevamente la frase que les suelo decir a mis hijos cuando se desaniman: “Si piensas que es imposible, lo será, pero si piensas que es POSIBLE, encontrarás la forma de hacerlo”. Ese es el ESPÍRITU.
Muchos nos necesitan con una sonrisa, con una palabra de ánimo, de esperanza, de lucha incansable y de cooperación para levantar lo que haga falta. Y ese es el COMPROMISO que podemos adquirir, para que, como decía San Francisco de Asís: “Empecemos haciendo lo necesario, después lo posible y de repente, nos encontraremos, con esas lenguas de fuego sobre nosotros, haciendo, lo imposible.”
Sólo hay un modo de averiguar si esto es VERDAD o no.
¿Aceptas el reto y lo haces POSIBLE?
LOVE, Carmen.