“El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado GRACIA delante de Dios;vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús.El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.»María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?»El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios.
Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril,- porque ninguna cosa es imposible para Dios.»
-Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel dejándola se fue.” Lucas 1, 26-38
Hola amigos. Tras las Navidades me apetecía tratar en éste, vuestro blog, cómo percibo yo a la madre de Dios. Muchos son los católicos que tienen gran devoción a María. Mi padre en concreto, confiaba en su intercesión sin titubeos y su Virgen de la Pilarica, era lo más.
Yo, en cambio, de niña me sentía cercana a un Ser que no me hablaba con el lenguaje de los hombres, pero si con el del corazón y a veces sentía una presencia que se ponía muy seria si hacía algo mal. Cuando estaba en algún sitio a solas, más lo sentía y sacaba lo mejor de mí, aunque sólo fuese por el respeto que me daba.
Cuando crecí, dejé de percibir esa» sensación», pero descubrí las hazañas de un tal Jesús y quedé prendada de Él, en silencio. María para mí, era esa señora Santa como ninguna e insuperable en belleza, pero su hijo me llenaba totalmente el espíritu.
Fue escribiendo “Ella estuvo allí» cuando comencé a indagar más sobre ella, ya que era un personaje imprescindible en mi novela y debía tener un lugar privilegiado, como así lo tiene.
De ese modo, la busque, justo como dice el papa Francisco que hay que encontrar la verdad en nuestro interior: en plena libertad, sin miedo a escuchar y con humildad.
Ya conocía bastante sobre lo que la Iglesia decía de ella y lo que dicen los supuestos videntes que la reciben en diversos lugares del mundo, algunos tan famosos como Fátima, Lourdes y ahora Medjugorje. Sin embargo debía encontrar yo personalmente en mi interior a esa madre ofrecida por Cristo a ese discípulo amado del que yo tanto me he inspirado y por lo que la hacemos madre nuestra.
La elegida por Dios para ser su esposa y colocar en su vientre a su grandioso unigénito, levanta pasiones y divinas inspiraciones que la ensalzan a la total pulcritud excluyéndola de pecado alguno. Esa desconfianza inherente en el ser humano que nos apartó de Dios hasta la llegada del Salvador, en ella, al igual que en su hijo, es inexistente.
La hija de Sion, cuya espada traspasó su alma una terrible noche en la que comenzó ese calvario de Cristo, consentido por la esclava del Señor, no pasa desapercibida ante mí. Aquella que PISÓ LA SERPIENTE que antes engañó a Eva, trayendo a este mundo al Salvador, sólo puede ser una REINA. Pero su real identidad, sigue siendo un misterio, que permanece en la sombra, donde ella misma, DECIDIÓ ESTAR, pues como dijo el mismo Cristo, Lucas 11, 27-28; “Sucedió que, estando él diciendo estas cosas, alzó la voz una mujer de entre la gente, y dijo: « ¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!»
Pero él dijo: «Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan.»
Ahí me quedo yo. Beso el suelo por el que ella pisa, pero me centro en oír y guardar la palabra de Dios. Ese es nuestro cometido y el que sin lugar a dudas, APRUEBA TOTALMENTE la madre que Lo pario. Estoy totalmente convencida de que en esto, esa madre santa, ME ACOMPAÑA, NOS acompaña. Amadla, amando la palabra de Dios y llevándola a cabo, que lo demás, se nos dará por añadidura.
LOVE, Carmen.