¡Para TI, hermana/o!

CRUCES

¡Hola amigos! Permitidme que hoy os llame ¡hermanos!, porque quiero compartir con vosotros una experiencia muy personal en la que Jesús nuevamente, es el protagonista.

Una hermana, laica pero muy unida a Dios, también escritora, ha estado dando conferencias durante años, sobre sus experiencias espirituales y hace pocos días la descubrí, llenándome el corazón de nuevo de sosiego y fe.

Me sorprendió que contara circunstancias tan personales, pero entendí todo el bien que con ello nos hace. Prefiero no decir su nombre para tener mayor libertad a la hora de hablar de ella sin miedo a incomodarla.

El caso es que sus experiencias me enriquecieron y ahora me gustaría a mí, poder hacer si quiera, un poquito de lo mismo. Por eso os voy a contar una historia que me sucedió hace años y que nunca olvidaré, ya que me ofreció una lección de vida, GRANDIOSA. Eso sí, antes quiero aclarar que tengo muchos defectos a pesar de lo que ahora leáis.

Empezaré poniéndoos en situación. Todo comenzó una mañana en la que se supone que teníamos que pasar un día agradable visitando una bella ciudad que estaba situada en una preciosa isla que se hallaba cerca de Ibiza, lugar en el que yo veraneaba. Para ello, teníamos que cruzar en barca hasta la otra isla. Sin embargo, unos fuertes vientos nos golpearon enérgicamente en medio de la travesía y más que miedo a caer de la barca, yo, comencé a experimentar otro tipo de sobresaltos, muy particulares, que me preocupaban más.

Todos en la gran barca, no paraban de vomitar, al igual que lo hacía yo. Tanto era así, que llegaron a acabársenos las bolsas dispuestas para tal efecto y ya simplemente todo quedaba esparcido por el suelo.

Sin embargo, como ya os dije, a mí me estaba sucediendo algo más. Empecé a notar unos fuertes dolores ya conocidos por mí, pues solían ser los encargados de advertirme sobre el comienzo de la menstruación, con lo cual, como pude: esquivando a la gente, los vómitos e intentando no caer al mar ante el tremendo balanceo existente en la barcaza, llegué al baño. Dentro intenté colocarme una compresa, entre constantes golpes de mi cuerpo contra las paredes de la reducida estancia, ocasionados por tanto zarandeo.

No sé cómo, pero finalmente conseguí mi propósito y posteriormente, decidí volver a mi sitio, como pude. Las náuseas eran constantes y el dolor cada vez se me hacía más insoportable por lo que finalmente, decidí orar. Comencé como siempre lo hago, sintiendo a Jesús en un lugar de mi corazón, que es sólo nuestro y le conté mi sufrimiento para luego disponerme a rogarle que quitara aquella carga que se me hacía ya insoportable. Pero de repente, una luz en mi interior, me hizo entender lo que yo ahora defino como “consciencia plena y entrega total”.

A punto de pedirle repetidamente que parara aquel dolor insoportable, (tan insoportable, que ni me enteraba de que algo aún más peligroso podía suceder ya que la barca, en varias ocasiones parecía que iba a volcar), callé por un instante y me enfadé conmigo misma. Visualicé la imagen de ese Jesucristo en la cruz, lleno de dolor, sufriendo una y otra vez, multitud de humillaciones, tan sólo por un motivo: ser el SER más AMOROSO del universo. Tanto, que su padre aguantó aquel dolor y Cristo lo llevó a cuestas, para vencer a todo aquello que pueda privarnos de esa VIDA ETERTNA que ÉL, tanto nos quiere regalar.

En ese instante, callé mi voz y miré a los cielos para decirle a ese Dios que yo tanto admiro, que olvidara aquello, porque  sí Él había sufrido tanto por mí, ¿quién era yo para pedir nada? Quería estar dispuesta a sufrir aquella “chuminada”, al compararla con el inmenso dolor que sufrió Cristo.

Ahora llega la parte en la que pocos, seréis capaces de creerme. Finalmente llegamos a tierra. Un autocar nos estaba esperando y yo, entré en aquel autobús por mi propio pie, sin ningún tipo de dolor ni mal estar. Era como si hubiera desaparecido repentinamente aquello y entonces, me dieron ganas de llorar ya que no había estado mejor en mi vida.

En fin, hermanos, sacad vosotros vuestras propias conclusiones. El caso es que yo crecí espiritualmente, a pesar de quedarme a reposar en el hotel ese día, por si acaso volvía aquel dolor insoportable, que NO VOLVIÓ. Lo único que volvía una y otra vez a mí, era una enorme sonrisa, producto de aquella decisión que parecía haber agradado tanto al Señor.

Por eso, cada vez que me viene un sufrimiento grande, intento buscar ese mismo amor y coraje, comprendiendo, que lo que tenga que ser, SERÁ, sólo hay que confiar en aquel al que sin lugar a dudas, le puedes encomendar TODO. Sólo busca una cosa de nosotros, desarrollar ese AMOR INCONDICIONAL,  ajeno al egoísmo, que lo puede TODO y con eso me quedo. Deseo ser su soldado, cuya única espada sea, ese AMOR, por eso lo único que sí le pido, es: sabiduría, coraje, fe y esperanza, para sobrellevar la cruz que mis actos originen, o las circunstancias…

No se le puede pedir más, de lo que ya, DA, muchas veces, sin que nos enteremos siquiera. Somos humanos y constantemente lo olvidamos, pero aun así el sigue teniendo fe en nosotros, por eso, habrá que seguir ADELANTE, conscientes de cuál es nuestro papel por desempeñar para alcanzar la madurez que nos llene de sabiduría. Todo se andará. Conservad la fe y será más fácil.

LOVE, Carmen.