¿Actuamos por interés?

dsc07564¡Hola amigos un día más! Quería compartir con vosotros algo que me sucedió hace poco y unido a otras experiencias, me llevaron a recuperar una sensación que creo todos tenemos. Me refiero a que generalmente podemos darnos cuenta de que nadie da nada a cambio de nada, a no ser que le guíe algo distinto y superior a nosotros mismo.

Empezaré por contaros una de esas pequeñas aventuras que me propone la vida para llegar a estas conclusiones. El otro día comprando en una tienda, pregunté a todos los que allí se encontraban, si alguien sabía dónde podía comprar un ovillo de lana, por ahí cerca. En seguida todos empezaron a decirme sitios, no muy cercanos, pero lo que recordaban y algunos se contradecían, hasta que una mujer que me miraba de arriba abajo, me dijo: “ven sígueme que yo tengo muchos”.

Cuando salimos de aquel establecimiento, ella me contó que me llevaba a su casa, la cual estaba a dos pasos de allí y a mí eso me pareció algo imprudente, pues yo podía ser cualquier persona y ya sabemos cómo están las cosas para confiarse tanto, pero intuyo que esas miradas que me echo anteriormente, pretendían ver más allá y una vez que me analizó, se fió y me llevó hasta dentro de su domicilio, a pesar de que yo la propuse esperarla fuera.

El caso es que no me conocía de nada y no sólo me dio ese ovillo que no me quiso cobrar, sino que además me llevó a su casa con gran hospitalidad. He de reconocer que aquel acto me encantó. Me dio una gran lección más que un ovillo de lana, porque como os decía antes, estamos acostumbrados a actuar por interés y ella no me pidió nada a cambio y sabía que quizás nunca más volviera a verme y sin embargo, no la importaba, sólo quería ayudarme porque sí, arriesgando su integridad.

Desde luego, pienso que hay que ser muy prudentes, pero,  ¡que narices!, es estupendo cuidarnos de esa manera. Si todos hiciésemos lo mismo, nada nos faltaría. Por eso me he propuesto esforzarme más en aquello que hago por los demás, para atraer ese comportamiento, por supuesto con suma prudencia, pero en acción.

 Allí donde se nos necesite, debemos estar y para lograr ser un ejército, tendremos que empezar primero por nosotros mismo. Al actuar de ese modo, cada uno individualmente, vamos creando la atmósfera necesaria para que resurja esta forma de caridad que lo cambia todo, con su magia especial. Creémoslo  al paso que cada uno pueda y esa gota en el mar se hará un gran océano, algún día, por la fuerza de la fe en movimiento. Y cuanta más pereza nos de hacer algo por alguien que aparentemente, ni nos va ni nos viene, mejor aún.

Y es que como dice el Papa Francisco, hay que salir fuera. La oración cuenta, pero como aconsejaba una gran mujer: “Si amamos tanto como podamos desde la tierra, sin rechazar ningún pequeño acto de caridad, podremos ir al Cielo rápidamente. “ Santa Teresa de Lisieux (Santa Teresita). Ese cielo que está en nuestro interior y nos llena de paz cuando obramos bien y que para los creyentes, se hará también realidad cuando nuestro cuerpo perezca, en otro lugar tan espectacular como aquello que sepamos cuidar y valorar, en un mundo gobernado por Dios.

¡Os espero en el cielo en la tierra y más allá!

LOVE, Carmen.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *