CAMINANDO

Hola amigos. Esta semana santa he visitado Ávila. Me hacía mucha ilusión porque podía compartir con mi familia las solemnes procesiones de aquel lugar y a la vez tratar de respirar los misterios que influenciaron a Santa Teresa de Jesús, en su ciudad natal. Y es que, a veces, no sabes muy bien lo que andas buscando, pero tienes la confianza de que caminando, lo encontrarás.

De allí, me llevo la sensación de que aquella Santa sigue viva, ya que su historia es ampliamente manifestada en su ciudad, con un escenario único en el que  aún se conserva la bella arquitectura, presente en su época. Cualquier guía turístico te recuerda sus pasos y creencias con admiración, a la vez que esculturas en su honor y lugares sagrados por los que pasó. El lado amargo, fue descubrir que San Juan de la Cruz, no tiene tanta envergadura allí, a pesar de sus grandes méritos.

Y con esa sensación, de haber andado sobre los pasos de tan alta autoridad, volví a mi casa, con la impresión de que cerca de mí, también había personas espirituales y especiales de quien enriquecerme.

Por lo general, andamos sumergidos en un mundo materialista, donde vale más, quien más tiene y se deja influenciar por sus formas de vida, sin embargo, en lo alto de un bosque en Burgos, viven unos monjes, ajenos a todo ello.

Tengo por costumbre acudir allí periódicamente y hace varios días, no se me quitaba de la cabeza la idea de conocer a algún fraile para saber de su experiencia y las consecuencias de ello. No era algo que me obsesionara pero lo deseaba y así me ocurrió dos días atrás.

Siempre suelo hablar con los jóvenes que cuidan la imagen del monasterio porque son encantadores, pero ese día además, el fraile mayor Pedro, aparecía junto a uno de ellos, David, para comunicarle unas tareas y yo aproveché para saludarlo y atreverme a ofrecerle darle dos besos. El fraile no sólo se mostró abierto a ello sino que además me dijo: “¡Dos besos no, tres!”. Luego se preocupó por saber quién era y cuando le dije mi nombre me miró con verdadero cariño y pronunció una palabra que a mí me sonó a bendición, pero que no reconocí como habitual. De hecho, durante unos segundos me quedé muda, pero enseguida entendí sus ganas de dejar en mí, todo el amor y la paz que pudiera darme y se lo agradecí.

Fue un encuentro breve pero intenso. Descubrí el alma de una persona llena de paz y alegría interior, que busca en la obra de Dios, fundirse con Él, ajeno al mundanal ruido, y sus interesadas intenciones. Así supe que, efectivamente, allí estaba Dios y que no tardó en satisfacer mi curiosidad.

Pero, por si fuera poco, luego me dispuse a ver un documental de la 2 en TVE y, adivinad cuál era el tema a tratar: Los monasterios. Pero eso sí; en Inglaterra y justo cuando el rey Enrique VIII, decidió, unilateralmente, tratar de anular su matrimonio con Catalina de Aragón (mucho más inteligente y culta que él, hasta el punto de no poder doblegarle), renunciando a la Iglesia Católica al no ceder ante su petición, y en consecuencia crear una nueva en la que él fuera la máxima autoridad. Lo que daría yo por verle, el día de su muerte, topándose con la verdadera OMNIPOTENCIA. ¡Vaya chasco se llevaría! Y ahí no le valdría ningún tipo de evasiva.

Resumiendo diría, que todo ello me ha parecido muy aleccionador porque caminado, se haya y a veces es lo único que se necesita para encontrar respuestas que marcan nuestra vidas.

LOVE, Carmen.

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