Hola amigos un día más, en el que una nueva oportunidad se nos brinda para recoger las experiencias que nos ofrece la vida como sepamos con el fin de llenar nuestro corazón con el discernimiento.

Ahora hay multitud de gurús tratando dicha cuestión. ¡Apego si, apego no! Es el tema constante. Como si se pudiera o debiera controlar el amor que se ofrece a los demás. Cuanto nos queda aún por vivir para dejar atrás estas simpleces. Y digo bien: vivir, o su sinónimo: experimentar, pero cayendo en lo simple: la observación. Porque de nada sirve experimentar si no observas las respuestas, sino más bien te dejas llevar por la corriente, lo cual es más cómodo pero menos edificante.

Si os preguntáis a dónde quiero llegar, os diré que a que confiéis más en vuestro olfato que en el que os cuente el erudito de turno. No es cuestión de tener más o menos títulos académicos, sino más bien de saber percibir lo que nos pasa como sólo nosotros podemos hacerlo. Por eso parece tan complicado, porque cada uno de nosotros tiene que encontrase con su yo, único y personal.

Me encanta recordar como cuando Jesús de Nazaret buscaba a las personas adecuadas para esa misión, diera con aquellos que la cultura que tenían era, la de sus propias experiencias. No buscó en lo dirigido si no en aquellos potrillos, difíciles de domar que sólo cedían a la verdad que se mostraba en sus entrañas, ante un rey sin corona, ante un sabio no acreditado, ante quien enseñaba con palabras, que sólo al corazón podían enamorar.

Ojalá seamos nosotros igual: indomables ante los autoproclamados expertos y dóciles ante la llama que da aviso de la verdad. Sin miedos ni complejos. Tú eres grande y si te escuchas con atención, te encontrarás. Qué no es cuestión de estar en contra de nada ni nadie, sino de hallar tu propia esencia.

Por ello, me propongo, tratar de escuchar sin juzgar pero poner buen oído a lo que mi alma decida abrazar con un discernimiento libre de apariencias.

LOVE, Carmen.