Don Fidel

Hola amigos. Quería compartir con vosotros la visita que tuvo hace poco el Obispo de Burgos en nuestra parroquia. Me agradó mucho encontrarme con un hombre que considera que el Pueblo de Dios, camina junto y la jerarquía está ahora, tan cercana a sus miembros, que participan juntos en la formación de la vida cristiana.

Tras evaluar el funcionamiento de nuestra Parroquia, en la que hasta la economía de ésta, la llevan los seglares, al igual que una buena participación en la liturgia, catequesis y otros servicios que requiere la comunidad, Don Fidel nos decía que le agradaba vernos tan implicados. Nos contó como antes, por las circunstancias, contexto histórico etc., estaba todo en manos de los curas, pero que ahora, esta estrecha colaboración le parecía más como la de los primeros cristianos.

El oírle decir esto y el verle interactuar con nosotros con cercanía, consideración; aprendiendo nuestros nombres, preocupándose por nuestras cosas con cariño, agradeciendo y alabándolo nuestro trabajo y esfuerzos en gran medida, me hizo llegar incluso a imaginármelo por un instante, mientras se explicaba con dulzura y sabiduría, en Cafarnaúm, al lado de Jesús y sus discípulos, escuchando la palabra del Maestro y siguiéndole.

En esos momentos me acordé también, del vecino al que había saludado hacía unos minutos y al que casi no me atreví a decir que iba al encuentro con el Obispo, porque conocía su adversidad a la Iglesia y me parecía que podía molestarle el solo hecho de nombrarle, pero cuando estaba con mis hermanos y con don Fidel, sentí pena. Pensé que si este vecino hubiese dejado atrás sus prejuicios y hubiera acudido a aquel encuentro, se habría llevado una gran sorpresa, tan positiva, que seguramente se hubiera planteado muchas cosas, enriqueciéndole.

La verdad es que nada tuvo desperdicio. Nos contó curiosidades como que el Papa Juan Pablo II le eligió de entre muchos para ser obispo, hace 20 años y que tuvo que decidirlo en pocas horas. Él tenía claro desde los 11 años que quería ser cura, no porque le gustasen los curas, sino porque era el único lugar donde podía cumplir sus dos deseos; servir a Dios con toda su alma y a los demás. Sin embargo, eso de ser obispo, le parecía excesivo, pero tras hacer oración, le dijo al Señor: “Haz conmigo lo que desees, aquí me tienes como siempre a tu servicio”. También nos enseñó la cruz que lleva siempre al cuello, regalada por el Papa, en un encuentro que tuvo con él, y nos dijo que la tenía mucho cariño por ser de San Juan Pablo II, nada más y nada menos que de un Santo. Puedo dar fe, que la trata con mimo y la tiene en perfecto estado.

Nos dijo además, que la fe no se compra en ningún sitio, sino que se tiene que trabajar día a día en unión con todos los elementos que la manifiestan. Todos somos emisarios de Cristo y su fe. Nuestros testimonios y vivencias, son parte de ella, porque Dios se vale de nosotros para transmitirla, además de por medio de la oración.

Muchas más cosas os podrían contar de sus gestos amorosos y cercanos, pero no quiero cansaros haciéndoos leer demasiado. Sólo deciros que llegó a recoger mis manos (heladas de frío) entre las suyas con cariño, me escuchó con atención, nos intercambiamos experiencias y dejó en mí, esa paz y bondad que él transmite con tantos detalles. Esto me sirvió en cuanto salí del encuentro, porque tuve que lidiar después con una situación incómoda, y lo hice divinamente, nunca mejor dicho. Y todo gracias a ese Dios que se refleja en las buenas gentes que lo siguen y le propagan. Sin duda, una bonita y gran lección que os dejo desde mi humilde blog, con mucho cariño.

LOVE, Carmen.

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