Hola amigos. Hoy quería ofreceros una reflexión que tiene que ver con el concepto del AMOR.
Me he dado cuenta de que muchas personas con inquietudes espirituales tienen en común, el concepto del amor como acto fundamental para hallar como mínimo la paz e incluso la felicidad, pero la definición de AMOR puede ser tan subjetiva como se quiera y es aquí donde yo veo la dificultad.
Hace tiempo alguien muy conocido dijo, «¿qué mérito hay en aquel que ama tan sólo a los que a él le aman? Aquel que llegue más allá (amar hasta al» enemigo»), será conocido/a como uno de los míos”. Efectivamente, todos podemos admirar estas palabras, pero ¿cuántos de nosotros somos capaces de comprometernos con ellas?
Para mí aquí radica la gran diferencia. Aquel que señala o señalamos, a los demás poniéndose él o ella o nosotros por encima del otro, por simple coherencia, no cumple esa máxima o definición. Creo que estamos acostumbrados a perder el tiempo señalándonos y culpándonos los unos a los otros por las desgracias que acontecen en el mundo en lugar de centrarnos en proponer alternativas que mejoren nuestra situación e intentar el modo de llevarlas a cabo, sin por supuesto, recurrir a la descalificación del otro.
Además desconfiamos con gran facilidad de los que denominamos: «los otros» y solemos actuar a la defensiva olvidando amarles como a IGUALES. Nadie está en los» zapatos» del otro pero juzgamos con gran ligereza, como si así fuese.
Incluso si tenemos organismos que no funcionan, en lugar de usar la decepción que eso nos puede producir para arremeter con dureza contra ellos (muchas veces con desconocimiento), porque no simplemente respetar otras opciones, dejando una crítica constructiva que pueda ayudar, y centrarnos en alternativas en las que uno puede creer, sabiendo que todos buscamos esa verdad que realmente ninguno la posee, ya que de eso trata esta aventura de la vida. Pero para encontrar esa verdad quizás haya que restar esfuerzos con las descalificaciones y aumentarlo en COOPERAR por llegar al tesoro que alberga la humanidad, no en constante competencia, si no en COLABORACIÓN con nuestros semejantes.
Seguramente nos sorprenderíamos si tuviésemos la capacidad de sentir el dolor que causamos a los demás con nuestros descalificativos y desprecios hacía ellos.
En fin, podría continuar y continuar con mis observaciones, pero tengo la sensación, a estas alturas de mi artículo, que quizás me he quedado sola…, pero no voy a caer en el absurdo de juzgarlo. La próxima vez lo haré mejor.
LOVE, Carmen