EL MAESTRO DE LA RECONCILIACIÓN

nelson-mandela-everettMadiba, Nelson Mandela, el maestro de la reconciliación en Sudáfrica, hace tan sólo tres días, murió a sus noventa y cinco años. Muchas cosas se podrían decir de él y casi todas, extraordinarias.

El coraje, la sabiduría, la sencillez y la perseverancia, eran alguna de sus virtudes y en su corazón la idea de que todo lo suyo era de todos y la de que,  debía trabajar por la libertad hasta su último suspiro, porque como él mismo decía, todo parece imposible, hasta que se hace.

Empezó su lucha política muy disgustado al vivir en su país la violencia, con total crudeza sobre todo hacía la raza negra. Combatió contra ello como creyó conveniente, sumido por la desesperación, pero tras 27 años en la cárcel, lejos de avivarse en él, el odio hacía esa  injusticia, decidió abrazarlo y transformarlo en reconciliación. Uno de sus secretos para conseguir este cambió, podría resumirse en un poema  que todos los días lo levantaba de su aislamiento para darle esa esperanza que lo sacara de allí, con el objetivo de luchar por conseguir la liberación de su pueblo. Un pueblo de blancos y negros viviendo dentro de un caos, que solo él pudo frenar.

Con ese poema inspirador, escrito por William Ernest Henley,  quiero rendirle homenaje, para que pueda también inspirar a aquellos que posean  ese espíritu admirable, que él consiguió retener  en su corazón, bajo unas tremendas circunstancias que le tocaron vivir, porque seguramente, poseía los elementos necesarios para dar fin a aquello.

«Más allá de la noche que me envuelve,

negra como el abismo insondable,

agradezco a los dioses que pudieran existir,

por mi alma inquebrantable.

En las azarosas garras de la circunstancia,

no me he estremecido ni llorado en voz alta.

Bajo los golpes del destino

mi cabeza esta ensangrentada, más no inclinada.

Más allá de este lugar de ira y lágrimas

yace el Horror de la sombra,

y como la amenaza de los años,

me encuentra y me encontrará sin miedo.

No importa cuán estrecha sea la puerta,

cuan cargada de castigos la sentencia,

soy el amo de mi destino:

soy el capitán de mi alma.»

LOVE, Carmen