Hola amigos. Estos días he tenido tiempo para la reflexión por circunstancias de la vida que acontecen en mi entorno y me he dado cuenta de lo peligroso que es la hipocresía, tanto para con los demás como para con nosotros mismos.
Muchas veces actuamos con hipocresía con respecto a los demás por miedo a exponernos, pero también lo solemos hacer maquillando nuestra propia realidad.
Hace poco el Papa Francisco lo decía claramente, cuando nos hacía una crítica, con su polémica pero interesante frase: “Mejor ser ateo en píe que un católico hipócrita”, mostrándonos el modo en el que muchas veces obramos, al tratar de parecer frente a los demás lo que realmente no somos. Posiblemente descuidamos aquello que nos convierte en lo que creemos que debemos ser. Pero, ¿es un descuido o una falta de fe?
Cuando los sacerdotes judíos criticaban a Jesús por curar el día sagrado de descanso, perdonar los pecados y cosas por el estilo, el Maestro les mostraba su verdadera cara recordándoles que ellos guardaban bien las apariencias, no saliéndose de las normas establecidas por la ley, pero en cambio quien realmente la descuidaban eran ellos, ya que la interpretaban de acuerdo a sus tradiciones y no movidos por la inmensa misericordia de Dios, a la cual Jesús era totalmente fiel, a pesar del qué dirán.
Quizás eso es lo que nos pase a nosotros. Quizás, solo quizás, no hayamos buscado suficiente en nuestro interior y nos falte ese valor a encontrarnos con nuestro autentico yo, por miedo a abrir la polémica puerta de la sinceridad. Sin embargo, cuanto antes nos demos cuenta de lo que realmente creemos, antes podremos ponernos manos a la obra.
El Papa nos alentaba diciéndonos que no tuviéramos miedo y creo que ahí está la clave. Pero eso significa que tendremos que replantearnos muchas cuestiones. No vale de nada ir a misa, rezar rosarios, cumplir los mandamientos… Si luego no sé si realmente es lo que quiero o no quiero hacer.
Bajo mi punto de vista, es conveniente, primero, buscar la verdad que alberga nuestro interior y tras encontrarla, ser consecuente con ella. Una persona auténtica, encontrará su sitio y ayudará a que los demás lo encuentren, pero antes, hay que empezar por uno mismo en lugar de dejarse llevar por lo que aquellos que parecen sabios, te cuenten.
Jesús, era fiel, porque era así de auténtico. Conocía bien la finalidad de los mandamientos haciéndose así, parte de ellos. No es cuestión de seguir normas, es cuestión de sentir el propósito de determinados comportamientos. Perdonar, amar, ayudar… no significa ser bueno. Ser bueno es sentir que sólo perdonando, amando, ayudando, luchando pacífica y respetuosamente por los derechos de los que están en una posición más débil… tu corazón se siente reconfortado y así sabrás, cuando debes o no, trasgredir aquello que sea necesario, porque en tu interior no manda la vanidad, o el miedo a quedar mal o algo peor, sino el poder de algo tan superior, que no se puede definir con palabras.
Todo empieza por sanar nuestro interior sin miedo, con confianza y sinceridad porque Dios está detrás de quienes decidamos hacerlo.
LOVE, Carmen.