…Y ahora, ¿quién tiene una pedrada en la cabeza?

Página 223. Como dije antes, no es oro todo lo que reluce. Aquí la protagonista trama, nada más y nada menos que, «salvar a Cristo». ¿Cómo terminará esto?, no te lo preguntes, léelo.

―A ver si me he enterado bien. Tú quieres cambiar la historia, no solo vendiendo un …………, sino que, también, haciendo que algo que Dios pretende que ocurra, no ocurra.
― …Es una forma de verlo, pero yo prefiero ésta: pretendo ganar dinero utilizando los recursos que poseo para que no ocurra la mayor injusticia de todos los tiempos ―le dice Mariano, intentando gastar sus últimos cartuchos.
―No puedes ir contra los designios de Dios.
―¿Sabes cuáles son? ―le pregunta Mariano, mientras el rostro de Magdalena se entristece y de su boca sale una suave voz temblorosa.
―Él ya nos ha avisado varias veces, y es su voluntad, que debe ser respetada.
―¡Ah!, ¿sí? ¿Quieres decir que cuando lo veas solo, sufriendo una y mil vejaciones por todos, incluso por aquellos que lo glorifican ahora, cuando lo veas siendo torturado, humillado, insultado, cuando lo veas morder el polvo, desplomado por los muchos sufrimientos que le causarán, cuando esté desangrándose frente a ti y tú estés deseando bajarlo de su cruz, cambiar tu sitio por el de alguien que tanto ha dado y dejado, sólo por intentar humanizarnos y amarnos como nadie lo ha hecho, quieres decir, que entonces, no querrás con todas tus fuerzas volver a este momento e intentar hacer cualquier cosa, ¡cualquier cosa!, para que eso no suceda? ―dice Mariano, emocionado hasta tal punto que el llanto casi no podía dejarle terminar de expresar aquellas sentidas palabras.
―¡Basta! ¡Basta! ―responde Magdalena con horror, apresurando el paso, y dejándole atrás.