Página 171 del libro. Aquí el otro lado lucha con la protagonista por recuperar lo que a estas alturas ha podido ocurrir en favor del Maestro. Solo os digo una cosa, no es oro todo lo que reluce.
―¡Está bien! Te diré la verdad de todo lo que pienso. No te tengo miedo, y, ¿sabes por qué?
―Porque papaíto está cerca ―se burlaba él.
―Era solo una pregunta retórica. ―«Pedazo de animal», piensa en bajo―. No te tengo miedo porque conozco tus flaquezas.
―¡Ah, sí! ―exclama él, mientras la intriga desdibuja su rostro.
―Tú causas el caos, el dolor, las enfermedades, el odio, la ira, la muerte. Por eso odias tanto a Cristo. Él destruye tus entuertos. Él es la vida, frente a ti, la muerte.
―¡Amén! ―intenta ridiculizarle, ayudándose de un gesto religioso, en el que mientras aprieta suavemente una palma de su mano frente a la otra, lleva la mirada a lo alto.
―Pero eso no es todo…