Visita a la madre más admirada de la historia…

Página 116 del libro. Aquí se puede leer la primera impresión del encuentro de la protagonista con la madre de Jesús de Nazaret, que tiene un bello lugar en el libro.

En pocas horas, llegó a la pequeña aldea. Le fue fácil dar con el paradero de María, pues parecía ser bien conocida en aquel lugar, lo cual no la extrañaba. Mientras llegaba a la casa, pensaba por el camino como tendría que presentarse para causar buena impresión. Los nervios no la dejaban meditar con nitidez, hasta que intentó quitar importancia al tema. Pero, comenzó a temblar de nuevo, al ver a lo lejos a una mujer, que a pesar de adentrase quizás ya en los cincuenta, poseía gran belleza, aún teniendo oculto su cuerpo por largas y sencillas prendas.
Mientras aquella mujer, daba de comer pienso a las gallinas que tenía en un corral al lado de la pequeña casa, una voz que la llamaba interrumpía su tarea.
―¡María, entra!, la mesa ya está puesta.
Pero esa tal María, observó cómo un joven se acercaba hacia ella, y se quedó quieta esperándolo, para atenderlo.
―¡La paz sea contigo! ―dice Mariano, tímidamente.
―¡Y contigo! ―devuelve María el saludo, observando cuidadosamente al muchacho que tenía frente a ella.
―¿Es usted, quizá, la madre de Jesús de Nazaret, hijo de María y José el carpintero? ―pregunta Mariano, creyendo conocer ya la respuesta de tan dulce rostro.
―¡Sí!, así es. ¿Sabes algo de Él? ―pregunta ella ansiosa, iluminándosela los ojos por momentos.
―Lo cierto es que…, sí ―responde Mariano, que observa con qué alegría iba a ser recibido en aquella casa, de la que procedía un delicioso olor a guiso, que estaba creando un sonoro ruido en su estómago…

…Y ahora, ¿quién tiene una pedrada en la cabeza?

Página 223. Como dije antes, no es oro todo lo que reluce. Aquí la protagonista trama, nada más y nada menos que, «salvar a Cristo». ¿Cómo terminará esto?, no te lo preguntes, léelo.

―A ver si me he enterado bien. Tú quieres cambiar la historia, no solo vendiendo un …………, sino que, también, haciendo que algo que Dios pretende que ocurra, no ocurra.
― …Es una forma de verlo, pero yo prefiero ésta: pretendo ganar dinero utilizando los recursos que poseo para que no ocurra la mayor injusticia de todos los tiempos ―le dice Mariano, intentando gastar sus últimos cartuchos.
―No puedes ir contra los designios de Dios.
―¿Sabes cuáles son? ―le pregunta Mariano, mientras el rostro de Magdalena se entristece y de su boca sale una suave voz temblorosa.
―Él ya nos ha avisado varias veces, y es su voluntad, que debe ser respetada.
―¡Ah!, ¿sí? ¿Quieres decir que cuando lo veas solo, sufriendo una y mil vejaciones por todos, incluso por aquellos que lo glorifican ahora, cuando lo veas siendo torturado, humillado, insultado, cuando lo veas morder el polvo, desplomado por los muchos sufrimientos que le causarán, cuando esté desangrándose frente a ti y tú estés deseando bajarlo de su cruz, cambiar tu sitio por el de alguien que tanto ha dado y dejado, sólo por intentar humanizarnos y amarnos como nadie lo ha hecho, quieres decir, que entonces, no querrás con todas tus fuerzas volver a este momento e intentar hacer cualquier cosa, ¡cualquier cosa!, para que eso no suceda? ―dice Mariano, emocionado hasta tal punto que el llanto casi no podía dejarle terminar de expresar aquellas sentidas palabras.
―¡Basta! ¡Basta! ―responde Magdalena con horror, apresurando el paso, y dejándole atrás.

…El que faltaba en la historia

Página 171 del libro. Aquí el otro lado lucha con la protagonista por recuperar lo que a estas alturas ha podido ocurrir en favor del Maestro. Solo os digo una cosa, no es oro todo lo que reluce.

―¡Está bien! Te diré la verdad de todo lo que pienso. No te tengo miedo, y, ¿sabes por qué?
―Porque papaíto está cerca ―se burlaba él.
―Era solo una pregunta retórica. ―«Pedazo de animal», piensa en bajo―. No te tengo miedo porque conozco tus flaquezas.
―¡Ah, sí! ―exclama él, mientras la intriga desdibuja su rostro.
―Tú causas el caos, el dolor, las enfermedades, el odio, la ira, la muerte. Por eso odias tanto a Cristo. Él destruye tus entuertos. Él es la vida, frente a ti, la muerte.
―¡Amén! ―intenta ridiculizarle, ayudándose de un gesto religioso, en el que mientras aprieta suavemente una palma de su mano frente a la otra, lleva la mirada a lo alto.
―Pero eso no es todo…

…A quien podría ir dirigido este libro

Página 194 del libro. Se narra una reflexión tras oir hablar a Jesús.

Cuando Jesús reveló ante todos la importancia del Espíritu Santo, Mariano comenzó a creer entender el porqué las iglesias de su tiempo parecían avanzar tan lentamente en sus preceptos. Era como si ellos, al igual que algunos pontífices y fariseos que tanto reprochaban los actos y palabras de Cristo, tampoco se atrevieran a dar el paso que el Espíritu Santo les pedía.
Quizá como pasaba allí, los que estaban capacitados para entender lo que aún quedaba por decir y ser guiados a la verdad completa, era la misma gente sencilla que Cristo solía escoger, algunos judíos otros gentiles, otros sacerdotes, otros samaritanos… y así un sinfín de personas que simplemente se dejaban guiar sin miedo y sin prejuicios, con un innato poder para, al igual que un niño, ser maravillados.